Primera Lectura 1 Jn 3, 22–4,
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Queridos hijos: Puesto que cumplimos los
mandamientos de y hacemos lo que le agrada, ciertamente obtendremos de él todo
lo que le pidamos. Ahora bien, éste es su mandamiento: que creamos en la
persona de Jesucristo, su Hijo, y nos amemos los unos a los otros, conforme al
precepto que nos dio. Quien cumple sus mandamientos permanece en Dios y Dios en
él. En esto conocemos, por el Espíritu que él nos ha dado, que él permanece en
nosotros.
Hermanos míos, no se dejen llevar de
cualquier espíritu, sino examinen toda inspiración para ver si viene de Dios,
pues han surgido por el mundo muchos falsos profetas. La presencia del Espíritu
de Dios la pueden conocer en esto: Todo aquel que reconoce a Jesucristo,
Palabra de Dios, hecha hombre, es de Dios. Todo aquel que no reconoce a Jesús,
no es de Dios, sino que su espíritu es del anticristo. De éste han oído decir
que ha de venir; pues bien, ya está en el mundo.
Ustedes son de Dios, hijitos míos, y han
triunfado de los falsos profetas, porque más grande es el que está en ustedes
que el que está en el mundo. Ellos son del mundo, enseñan cosas del mundo y el
mundo los escucha. Pero nosotros somos de Dios y nos escucha el que es de Dios.
En cambio, aquel que no es de Dios no nos escucha. De esta manera distinguimos
entre el espíritu de la verdad y el espíritu del error.
Salmo Responsorial Salmo 2,
7-8. 10-11
R. (8a)
Yo te daré en herencia las naciones.
Anunciar el decreto del Señor.
He aquí lo que me dijo:
“Hijo mío eres tú, yo te he engendrado
hoy.
Te daré en herencia las naciones,
y como propiedad, toda la tierra”. R.
R.
Yo te daré en herencia las naciones.
Escuchen y comprendan estas cosas,
reyes y gobernantes de la tierra.
Adoren al Señor con reverencia,
sírvanlo con temor. R.
R.
Yo te daré en herencia las naciones.
Aclamación antes del Evangelio
Cfr Mt 4, 23
R. Aleluya, aleluya.
Predicaba Jesús la buena nueva del Reino
y sanaba toda enfermedad en el pueblo.
R. Aleluya.
Evangelio Mt 4:12-17, 23-25
Al enterarse Jesús de que Juan había
sido arrestado, se retiró a Galilea, y dejando el pueblo de Nazaret, se fue a
vivir a Cafarnaúm, junto al lago, en territorio de Zabulón y Neftalí, para que
así se cumpliera lo que había anunciado el profeta Isaías:
Tierra de Zabulón y Neftalí, camino del
mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos; el pueblo que caminaba en
tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras una luz
resplandeció.
Desde entonces comenzó Jesús a predicar,
diciendo: “Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos”. Y andaba
por toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando la buena nueva del
Reino de Dios y curando a la gente de toda enfermedad y dolencia.
Su fama se extendió por toda Siria y le
llevaban a todos los aquejados por diversas enfermedades y dolencias, a los
poseídos, epilépticos y paralíticos, y él los curaba. Lo seguían grandes muchedumbres
venidas de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania.